Autores: Jose Antonio Cordón y Javier Valbuena
¿Las bibliotecas, si no articulan un sistema de préstamo digital eficaz, dejarán de ser el lugar donde las personas acudan para poder leer de manera gratuita? ¿Serán las operadoras de telecomunicaciones, la industria del ocio, las cadenas de alimentación o las redes P2P las bibliotecas del siglo XXI?
Según señala Luke William formular una hipótesis disruptiva requiere apostar por lo menos obvio, es estar equivocado al principio para tener razón unos años después, es evitar la novedad y centrarse en lo inusual.
Esta mirada choca bastante en un ámbito como el bibliotecario que, hasta ahora, ha vivido una evolución constante y predecible. En los últimos 30 años en España se avanzó, de manera significativa, en las infraestructuras bibliotecarias, en los recursos bibliográficos y en las plantillas profesionales. La crisis económica ha coincidido con la crisis de un modelo de biblioteca que cada vez tiene más grietas. Por eso hoy es necesario formular hipótesis disruptivas para encontrar un nuevo sentido al papel que la biblioteca debe desempeñar en la sociedad digital. Varios son los ámbitos de reflexión.
- Las bibliotecas y el préstamo. Uno de los grandes logros de la cultura occidental fue la democratización de la cultura, conseguida, entre otros hechos, a través del acceso libre y gratuito a los libros. El préstamo de libros constituye uno de los hitos identitarios del ADN cultural de una sociedad, estrechamente vinculado a su capacidad de creación de una conciencia crítica y ciudadana entre sus individuos. Esta actividad se ha mantenido de manera casi invariable durante el último siglo, con algunas alteraciones motivadas por la posibilidad de libre acceso a las colecciones, o la disponibilidad del catálogo para consulta por ordenador. Pero las colecciones han sido siempre físicas, y la lectura vinculada a lo impreso. Ahora bien, la irrupción de los soportes digitales ha alterado este panorama, más o menos estable, provocando varios fenómenos de carácter disruptivo, verificables ya en algunos contextos y previsibles en un futuro inmediato.
El primero de ellos es la progresiva migración de lo analógico a lo digital por parte de la población, singularmente la más joven. Si lo lectores migran a lo digital ¿pueden las bibliotecas seguir articulando sus modelos de préstamo en un espacio exclusivamente físico? Evidentemente no. De lo contrario se produce un abandono por parte de lectores que no ven sus expectativas satisfechas, y que buscarán las obras, en las condiciones de gratuidad que suministran las bibliotecas, por otros medios, vida redes p2p. Esto aboca a la paradoja de unas bibliotecas con un lectorado cada vez menor, con unos servicios en retroceso y carentes de sentido si no cumplen con su función primordial esto es el acceso libre y gratuito a la cultura, que en estos momentos es una cultura cada vez más digital.
Las repuestas de las bibliotecas, además, no sólo ha de centrarse en la proporción de servicios de préstamo digital, sino en el suministro de herramientas que aborden este desde una perspectiva de calidad que comprenda todas las necesidades y prácticas de lectura de los usuarios, con modelos de carácter escalable que permitan la adaptación de unas prácticas de lectura segmentadas según nivel de intensidad y de complejidad. Hasta ahora los modelos vigentes revisten un carácter unívoco, en el sentido de que todos los usuarios son tratados de idéntica manera, sin aprovechar todas las oportunidades que la tecnología ofrece.
¿Tiene sentido seguir apostando por la propiedad en la compra o hay que empezar a preocuparse más por garantizar el acceso a las lecturas aunque sean en alquiler? ¿Los modelos de suscripción tienen futuro como préstamo bibliotecario? ¿Deben quedar las bibliotecas públicas para el acceso a lecturas no convencionales?
- El espacio de las bibliotecas
La desmaterialización de los contenidos obliga a repensar los espacios de estructuración de las colecciones, los servicios y las bibliotecas en su conjunto. La hipótesis de una biblioteca sin libros se ha convertido ya en una realidad, y esto, lejos de constituir una pérdida de identidad, ofrece una oportunidad única para potenciar el papel de la biblioteca como lugar de encuentro y espacio de conversación. La biblioteca ha ido perdiendo a lo largo de la historia sus funciones pasivas (almacenamiento de obras, preservación patrimonial, etc.) para ir adquiriendo papeles de dinamización y de activación de competencias culturales. Lo digital ofrece un avance más en esta línea, articulando un modelo en el que la biblioteca expande sus paredes a toda la esfera digital (Lorenzo Soccavo habla de Biblioesphera) y sus espacios se articulan para potenciar el encuentro y la conversación (física y on line) en torno a los libros y las actividades que desarrolla la biblioteca. La biblioteca añade una tercera dimensión a sus funciones tradicionales, la del intercambio y la socialización, aprovechando para ello las oportunidades ofrecidas por las tecnologías de la información y de la comunicación. Esto implica también la obligación de repensar la profesión y reelaborar los procesos de formación adscritos a la misma.
¿El profesional de la biblioteca asume que el 80% de las tareas que ahora desarrolla van a carecer de sentido? ¿En la biblioteca deben entrar personas, colectivos y empresas que hasta ahora no tenían cabida? ¿Cuántos metros de estanterías y libros sobran en nuestras bibliotecas por no tener uso?
- Los creadores
Los cambios implícitos en esta nueva concepción de la biblioteca afectan a toda la cadena de valor del libro, y singularmente a creadores y editores. Los autores habían tenido una presencia ausente en los espacios de las bibliotecas, constituyendo únicamente una línea en los catálogos, una marca de identificación bibliográfica, un signo de aproximación, los anaqueles. Ocasionalmente, de manera esporádica y provisoria, intervenían en algún programa de conferencias o de encuentro con los lectores. La articulación de la biblioteca en un espacio de conversación permite arbitrar una relación mucho más fluida y persistente con los lectores, estableciendo mecanismos de retroalimentación con ellos a través de redes sociales de carácter general o de redes específicas que permitan un acercamiento real entre los dos polos de la cadena de valor del libro, el de la creación y la recepción. Pero sobre todo, la biblioteca ha de erigirse en modelo de acogida para los nuevos creadores, en la medida en que los sistemas de autopublicación permiten la incorporación de todos aquellos que tengan algo que contar a la comunidad.
La biblioteca ha de apostar por los nuevos sistemas de publicación habilitando herramientas para que sus usuarios puedan contribuir al conocimiento colectivo, poniendo en circulación sus textos y sometiéndolos al escrutinio de toda la sociedad. Por primera vez en la historia de la comunicación escrita, las barreras de entrada inherentes al sistema impreso han desaparecido, ofreciendo la posibilidad de concretar el acto de escritura en publicación. La biblioteca ha de dar respuesta a realidad, apostando porque los discursos en los que se encarna la conversación adquieran esta otra dimensión.
¿Será la biblioteca quien tenga la misión de agitar el talento local para fomentar la bibliodiversidad?
- Los editores
Si la función de la biblioteca y de los creadores cambia, lo hace igualmente el papel que han de desempeñar los editores en este contexto. El editor ha desempeñado la importante función de articular un catálogo coherente, velar por la calidad de los contenidos, y distribuirlos para que lleguen adecuadamente a sus lectores potenciales, bien a través de puntos de venta como las librerías, bien a través de espacios de lectura como las bibliotecas.
En un entorno digital el editor ha de multiplicar sus funciones y expandir sus posibilidades de intervención. Ha de repensar la manera de concebir los contenidos destinados a la venta y al préstamo. Estos no pueden ser un mero trasunto de las ediciones impresas, sino que han de aprovechar la potencia de los metadatos, las posibilidades del enriquecimiento contextual, la inserción en redes de carácter reticular, y la conexión con los bibliotecarios y los lectores para provocar una verdadera dinamización de sus obras.
El editor no puede limitarse al lanzamiento de novedades y al trabajo estacional con ellas, sino que ha de ubicar su papel en una dinámica de colaboración con las bibliotecas para mejorar sus propuestas de publicación, para adaptarlas al perfil de los lectores y a las prácticas de lectura desarrolladas por estos, así como fijar una política de precios radicalmente distinta; de esta manera podrá satisfacer de una manera mucho más precisa las expectativas de las bibliotecas y las necesidades de los lectores ya que la biblioteca se convierte en una ventana a través de la cual los editores pueden darle visibilidad a su catálogo y a sus autores, además de entablar una comunicación activa y directa con los propios lectores.
¿Los editores acabarán entendiendo que la biblioteca no es el lugar donde se canibalizan sus ventas sino que es el aliado imprescindible para fomentar la lectura legal?
Nubeteca busca en esas preguntas activar reflexiones que definan el sentido de su actividad. El impulso de la cultura maker, el aprendizaje colaborativo, el fomento del conocimiento abierto, la formación conectada, la relación on/off no son sino el nuevo escenario donde la biblioteca debe centrar su nueva misión: ser el lugar donde se enciende la imaginación, donde se fomenta la sorpresa, donde se proponen conversaciones, donde se activan los aprendizajes, donde se fortalecen alianzas con otros agentes, donde se construye comunidad. Y para ello bibliotecarios, creadores y editores deben relacionarse de una manera diferente para que el lector siga confiando en ellos y las bibliotecas sigan ocupando un papel central en nuestros territorios.