Con la cabeza en las nubes y los pies en el suelo

José Luis Sánchez        @JLBracamonte

Biblioteca Humana. FGSRCDS
El libro ha sido durante siglos el principal vehículo de transmisión cultural. Ya no lo es, pero se ha convertido en un icono, en un elemento sagrado de las sociedades modernas. Aún conserva esa pátina de objeto de culto, de relicario del saber y todavía prestigia a quien lo posee: un libro en una mano, un bastón de la otra, unas gafas, a poder ser redondas, barba cana y una capa charra pueden hacer pasar a un iletrado por un venerable intelectual, siempre que sea capaz de mantener la boca cerrada. Durante mucho tiempo, hemos exhibido los libros que poseemos como un indicador de nuestra vasta cultura: una visita no podía marcharse de casa sin conocer nuestros estantes repletos y sin ver el álbum de las últimas vacaciones familiares. Es la forma más segura de alabar nuestro ego, aunque también de hartar a las visitas. Sea como fuere, el libro goza de tan merecida fama, que hay pocas cosa que levanten tantas ampollas como deshacerse de uno. Sobre todo si los libros pertenecen a una biblioteca pública. Poco importa que sean inadecuados, estén rotos, o contengan informaciones obsoletas, un libro es un libro, y pareciera que se atentase contra la línea de flotación de la cultura occidental, cuando por razones meramente profesionales, los retiramos de las estanterías.

No digo que sea una decisión fácil, pero considero que es necesaria en relación con algunos apartados de la biblioteca: por ejemplo, las obras de referencia son cada vez menos consultadas, su información resulta cada día más desfasada, entre otras cosas porque ni siquiera las editoriales actualizan ya sus contenidos. Parece que la odiosa “apendicitis” está en vías de ser erradicada de nuestras bibliotecas. La bendita Wikipedia resulta más accesible, contiene más información y menos errores, está permanentemente actualizada, puede ser consultada desde cualquier lugar y no cuesta dinero. Las ventajas son pues, evidentes y no únicamente para los usuarios. Como bibliotecas nos estamos ahorrando una buena cantidad de dinero que puede ser destinada a financiar otros servicios. Al fin y al cabo, como intermediarios entre la información y el público, lo de menos es el soporte y lo de más el contenido, esté donde esté. Pues resulta que ahora, el contenido está en la nube y allí parece que tiene acomodo para largo, por lo que tender puentes, propiciar accesos, eliminar barreras tecnológicas y lograr que la información fluya sin problemas han de ser nuevas tareas que asuman los bibliotecarios del presente que quieran serlo también del futuro.

Conceptualmente, esas tareas son las que hemos hecho siempre, pero existen diferencias sustanciales entre el hoy y el ayer: posiblemente, la más importante sería la dificultad de uso de dispositivos diferentes con distintos sistemas operativos y particularidades técnicas que pueden resultar una barrera insalvable para algunos de nuestros usuarios. La segunda, una oferta todavía escasa y poco adecuada a los gustos de los lectores en las plataformas de descarga legal, a lo que se unen dificultades de acceso impropias del mundo virtual: no es normal que haya que esperar por leer una obra en digital alegando que está prestada, o que lo más atractivo de los catálogos suela llevar un sobrecoste adicional que se une al desorbitado precio de los libros electrónicos.

La respuesta desde la biblioteca de Peñaranda a estos retos se concreta en el proyecto Nubeteca, una decidida apuesta por la lectura en formato digital y por la captación y capacitación de lectores en el nuevo entorno. El usuario se convierte en el centro del universo lector y la accesibilidad a la información contenida en la nube, en una acción prioritaria para el bibliotecario. En este contexto, ha de producirse una intercomunicación en dos direcciones: la bajada de contenidos por un lado y la autopublicación por otro:

  • Diferentes acuerdos de la biblioteca con iniciativas públicas de lectura digital, como eBiblio, o alianzas con empresas de contenidos digitales como 24symbols u Odilo, que en una estrategia conjunta junto a la Diputación de Badajoz y nuestra propia biblioteca, están configurando la oferta lectora de Nubeteca.
  •  La tarea de detectar escritores locales y animarles a publicar sus obras puede ser uno de los alicientes para el público y la formación para conseguirlo, un servicio estable de la biblioteca, gracias el acuerdo con Bubok, plataforma de autopublicación.

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Nubeteca está potenciando también los clubes de lectura en la nube, en los que el lector interactúa con el autor de la obra y con otros lectores, a veces alejados geográficamente varios centenares de kilómetros.

Para bien o para mal, las bibliotecas del futuro no necesitarán mayoritariamente libros físicos. Esa inmaterialidad nos asusta, nos inquieta, pero a la vez nos hace aterrizar en una realidad incontestable y no abre el camino hacia la Biblioteca de Babel, total e ilimitada, que imaginó Borges. Por eso, el proyecto Nubeteca ha intervenido también en el espacio de la biblioteca, con propuestas innovadoras que buscan un nuevo diálogo entre servicios y usuarios. A medida que los libros van desapareciendo del lugar que ocuparon, los espacios se transforman para situar al lector en una nueva dimensión lectora, bien sea convirtiéndose en una ITV digital para testear y habilitar los dispositivos lectores para su correcto funcionamiento, o bien generando un rincón al que se ha denominado Los Fundamentales, como recuerdo de que hasta hace muy poco, estaba ocupado por libros indispensables para cualquier biblioteca, como son los diccionarios, y las obras de referencia y consulta.

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Tras el ejercicio mental que supone para un bibliotecario llegar a la conclusión de que la Wikipedia ha superado con creces la calidad y cantidad de las informaciones que antes se contenían en las grandes obras documentales, los únicos libros que se conservan en dicho espacio funcionan ahora como baldas para contener diferentes objetos. Tan sólo es reconocible su tejuelo, como parte del ADN informativo que de una u otra manera sigue presente en la biblioteca. La idea es que nuestros usuarios, de manera ordenada, seleccionen para este espacio las que han sido las obras fundamentales de su vida lectora, las expliquen a través de un vídeo que se proyecta a tal efecto de forma ininterrumpida, y las muestren de forma original utilizando objetos o imágenes que se exponen en las baldas-libro. Una F gigante, a modo de estantería, albergará las obras elegidas durante el periodo expositivo y mantendrá posteriormente una de cada persona que dé a conocer sus fundamentales, formando de este modo una estratigrafía lectora de nuestros usuarios y conformando igualmente, un espacio de conversación entre los lectores.

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Es posible que las bibliotecas dejen de contener libros, incluso es posible que dejen de denominarse bibliotecas, pero seguirán siendo indispensables si proporcionan lecturas, imprescindibles si acogen lectores y absolutamente necesarias si transmiten conocimientos y emociones.

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